La caza (literaria) del bosón de Higgs
Crónica de la charla en el festival Kosmopolis sobre la caza literaria del bosón de Higgs, estableciendo el paralelismo de su búsqueda con el poema ‘La caza del Snark’, de Lewis Carroll.

Escritor y periodista científico. MD, PhD
En el fondo, casi cualquier investigación científica es el trasunto de una novela policiaca. O viceversa.
Pero más aún, casi cualquier investigación científica tiene un poso de novela, policiaca o no. Porque más allá de las hipótesis, los datos y las conclusiones, toda investigación tiene su propia narrativa, y no solo porque su estructura es susceptible de contarse, sino porque, para su avance, quienes la llevan a cabo no dejan de contársela a sí mismos. Inevitablemente.

Para eso, para contarla, se reunieron Sonia Fernández Vidal, Martine Bosman y Tamara Vázquez en el marco del programa Tercera Cultura de Kosmopolis. Físicas las tres, la primera es ahora escritora y divulgadora, aunque colaboró hace años con el CERN, el centro de Ginebra donde tiene lugar la búsqueda del bosón. Las dos últimas trabajan actualmente en el experimento ATLAS, un detector de 25 metros de altura en forma de capas de cebolla que constituye uno de los principales elementos en la búsqueda del famoso bosón.
Muy brevemente, el bosón de Higgs es una partícula cuya existencia fue predicha por Peter Higgs, entre otros científicos, en 1964. Inobservable e indetectable por entonces, fue propuesta como consecuencia de ciertas «debilidades» del modelo estándar, el modelo físico más aceptado y que permite explicar una gran parte de las características y comportamientos del universo. Hasta entonces el modelo fallaba a la hora de explicar la existencia de materia, incluyendo el por qué algunas partículas tienen masa y otras (como el fotón de la luz) no. Por ello se propuso la existencia del llamado campo de Higgs, una especie de red ubicua que conferiría masa a las partículas, según interaccionara con ellas o no.
Pero el concepto, ya de por sí esquivo, era difícil de explicar. Por ello hubo que recurrir a las imágenes (lo que es, en el fondo, recurrir a la literatura).

Eso hizo David Miller en 1993, cuando imaginó a Margaret Thatcher como un protón entrando en una reunión del partido tory. Los militantes que se iban agrupando a su alrededor dificultaban su paso, y eso era lo que daba masa al protón. Los militantes, claro, eran el campo de Higgs, y no hubieran hecho caso de hacer aparecido por allí un más que liviano fotón.
Y eso hizo, de una forma menos política, pero inclusive más sencilla, Sonia Fernández cuando comparó el campo de Higgs con una piscina de niños que las partículas deben cruzar. Las más pesadas (los protones, pongamos) lo harán andando, y el agua les ofrecerá mucha más resistencia que si lo hicieran nadando (como lo haría un electrón).
Pero, además de por estas imágenes, el bosón de Higgs tiene de por sí su propia historia literaria. Porque si es famoso, lo es en parte por culpa de un editor: cuando Leon Lederman escribió el libro de divulgación La partícula de Dios: si el universo es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?, el nombre original era en realidad «La partícula maldita», en un reflejo de lo que sentían los científicos por entonces ante el inencontrable bosón. Fue el editor el que cambió el adjetivo por el más atractivo «divino», contribuyendo en gran medida a la denominada Higgsteria que en los últimos años ha tenido lugar.
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«¡Otros mapas tienen formas, con sus islas y sus cabos!
¡Pero hemos de agradecer a nuestro valiente capitán
el habernos traído el mejor —añadían—,
uno perfecto y absolutamente en blanco!»
(Lewis Carroll. La caza del Snark)
La existencia de masa rompía la simetría en el modelo estándar de la física. El hallazgo del bosón demostraría el campo de Higgs, y con ello devolvería el equilibrio al modelo. Pero su búsqueda era una aventura difícilmente predecible. Y de esta característica se sirvieron las conferenciantes de Kosmopolis para explicar el viaje, trazando un paralelismo entre esta caza y la del Snark, una criatura misteriosa y jamás vista a la que se suponía una mezcla de serpiente (snake) y tiburón (shark). O lo que es lo mismo, un paralelismo con el poema (narrativo) La caza del Snark, de Lewis Carroll, el autor de Alicia en el País de las Maravillas (y matemático, por otro lado, lo que seguramente explica muchas de las particulares características de su escritura). Un paralelismo-puente extrañamente natural y tremendamente acertado porque, como se ha dicho de la obra, esta narra:
el viaje imposible de una tripulación improbable, para hallar a una criatura inconcebible.

En el caso del bosón, la tripulación improbable la componen actualmente más de 3.000 científicos de 38 países diferentes, con la esperanza de hallar una partícula de la que solo se presuponían ciertas características, pero cuya búsqueda no dejaba de ser un mapa en blanco. Para ello, desde los años sesenta, se fueron construyendo distintos colisionadores de partículas de energías crecientes. Porque si algo se sabía era que para hallar la partícula se necesitarían enormes cantidades de energía, en un intento diminuto de reproducir las condiciones del Big Bang, única situación en la que el bosón sería detectable. Y que sería necesario invertir una gran cantidad de recursos en los detectores capaces de «intuirla», porque además, casi como el Snark, la partícula es tan esquiva que aparece una vez de cada billón de colisiones, desapareciendo en un tiempo ridículo de tan mínimo. En las primeras décadas, casi cualquier integrante de la expedición hubiera dicho lo que los cazadores del Snark decían, que:
hemos navegado muchos meses, pero hasta el momento ni hemos visto ni hemos olido al Snark.
Pero lo que en el año 2000 ya sabían, por lo menos, era dónde no estaba. Si existía un bosón de Higgs, este no tendría una masa menor de 115 GeV (la unidad de masa o energía más empleada en este campo de la física de partículas). Así que en cierta manera se pensaba que:
el Snark está cerca, y es nuestra gloriosa obligación encontrarlo
y también que:
el Snark es una criatura muy especial. Haced todo lo que no sepáis.
Por lo cual:
lo persiguieron armados de dedales, lo persiguieron armados de precaución. Lo persiguieron con tenedores y esperanzas, amenazaron su vida con una acción del ferrocarril. Lo atrajeron con sonrisas y jabón.
Así hasta que el capitán, una suerte de Ahab, dijo:
Este es el lugar del Snark. Lo he dicho tres veces, y lo que yo digo tres veces es verdad.
Solo que en este caso el capitán tenía de su lado a la estadística, y en los últimos meses esta no le ha hablado del lugar tres veces, sino tantas otras más que la probabilidad de que la partícula hallada sea el bosón de Higgs es, al parecer, de hasta el 99,999983%.
Solo que en este caso el capitán dirige el CERN, se llama Rolf-Dieter Heuery lo que dijo fue:
Creo que lo tenemos, ¿estáis de acuerdo?
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PD: En realidad el Snark era un Boojum, lo que convierte el paralelismo en prácticamente perfecto.