Compartir la ciencia en tiempos de coronavirus, una prueba de fuego para el sistema

En la crisis de la COVID-19 se han multiplicado los preprints, trabajos que se hacen públicos antes de revisarse. La velocidad es un arma útil que entraña riesgos al mezclarse trabajos de diferente credibilidad. Los expertos apuntan que el problema es mayor para la opinión pública que para los científicos, cuestionan las publicaciones tradicionales y creen que las formas de difundir la ciencia van a sufrir una revolución.

Este reportaje es una colaboración con la Agencia Sinc, donde fue publicado originalmente (ilustración de portada: Cinta Arribas).

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Hay muchas opiniones sobre la conveniencia de usar la metáfora de la guerra cuando se habla del COVID-19. Poca gente estará en contra, sin embargo, de aceptar que el coronavirus plantea una carrera colosal en cuanto al conocimiento: sobre sus causas, su propagación, sus características, la posibilidad de un tratamiento, la esperanza de una vacuna.

Esa carrera tensiona hasta el extremo el mundo de las publicaciones científicas, acostumbradas a un ritmo ostensiblemente menor. El tiempo medio entre que se envía un artículo científico y se publica —entre que la información se genera y el mundo puede acceder a ella— oscila entre siete meses y un año, si no más.

Entre otros pasos, en ese tiempo se incluye la llamada revisión por pares (peer review), la evaluación por parte de otros expertos sobre su contenido. Un juicio sobre su calidad, la conveniencia de su publicación, el lugar donde hacerlo o los aspectos a mejorar.

Esos tiempos son inasumibles en tiempos de coronavirus. Aunque las revistas aceleran, su capacidad de hacerlo es limitada. Paralelamente existen los llamados preprints, repositorios gratuitos donde los científicos pueden enviar sus trabajos y compartirlos con el resto del mundo. Sin apenas filtros. Sin el juicio previo de otros expertos y sin las pistas que pueda dar el teórico nivel de la revista en la que (aún) no han sido publicados. Muy asentados en el mundo de la física, funcionan desde hace unos años en la biología y tan solo desde hace unos meses en la medicina.

Esta es una prueba de fuego para ellos, un gigantesco examen en directo para valorar sus ventajas y sus riesgos. Para valorar si pueden ser perjudiciales para la ciencia o si, en cambio, lo que resulta es que son peligrosos para el periodismo.

La prueba es de este calibre: mientras se editan estas líneas, las revistas han publicado un total de 1106 artículos sobre la pandemia, muchos de los cuales son opiniones y recomendaciones. Entre los dos principales repositorios de preprints se han publicado 1257, en su mayoría con información original.

Todos pendientes de los preprints

El mundo está vigilando ahora mismo lo que se sube en estos servidores, pero su historia no es nueva. La física y las matemáticas se mueven en gran parte en torno a arxiv, un repositorio que lleva casi 30 años funcionando y en el que han publicado ya más de un millón y medio de artículos.

A él se han añadido varios más en diversas disciplinas. Entre otros, en 2013 debutó bioRxiv —centrado en la biología— y hace apenas unos meses, en junio de 2019, lo hizo medRxiv, para la investigación clínica en medicina.

Todos ellos son plataformas sin ánimo de lucro. Las dos últimas han sido fundadas por el Cold Spring Harbor Laboratory, la Universidad de Yale y BMJ, un grupo que, entre otras, publica la prestigiosa revista The BMJ.

Las ventajas que proponen son dos. Una es que el conocimiento se comparte de forma mucho más rápida (algunas estimaciones optimistas apuntan a que estos repositorios podrían acelerar la investigación hasta cinco veces en diez años).

Otra es que es una oportunidad para los autores de mejorar su trabajo antes de enviarlo a una revista. Como dice Richard Server, uno de sus fundadores: “Normalmente hay tres personas que revisan tu artículo. Si lo cuelgas en un servidor de preprints podrías recibir un feedback de… bueno, cuatro millones de personas consultan bioRxiv cada mes. No todos van a leer todos los artículos, pero bastantes más de tres sí lo harán”. Los autores pueden revisar y mejorar los trabajos las veces que quieran antes de enviarlos a una revista oficial.

Los riesgos evidentes de estas prepublicaciones vienen de la falta de filtro y evaluación previa. Podrá haber trabajos mal planteados o mal ejecutados o con conclusiones erróneas, entremezclados con otros mucho mejor desarrollados o con otros que se mejorarán sustancialmente antes de publicarse en la revista que los acepte.

El peligro de la información sobre salud

Un totum revolutum que quizá los científicos del campo estén preparados para discriminar, pero un peligro evidente para una ciudadanía ávida de esperanzas y para unos medios de comunicación a veces no suficientemente especializados, sometidos a gran presión y no siempre inmunes a la dictadura del clic.

Eso explica que medRxiv haya sido el último repositorio en aparecer. Pocas personas van a verse afectadas por la información que venga de un artículo mediocre sobre física o biología básica, pero sí pueden hacerlo si se trata de un tema de salud.

En la presentación en BMJ se reconocía que “los investigadores clínicos han sido más lentos a la hora de abrazar los preprints por temor a su potencial de causar daño (…) ¿Puede la necesidad de velocidad ser equilibrada con salvaguardas que protejan a la gente?”.

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Entre las medidas que han tomado está el pedir a los autores información acerca de su trabajo: sobre conflictos de interés o permisos éticos, así como realizar una revisión para asegurarse de que el trabajo no pone en riesgo la salud de los pacientes o de la ciudadanía. Y, ante todo, instan fehacientemente a considerar que “las prepublicaciones son artículos preliminares que no han sido certificados por revisión por pares. No deberían guiar prácticas clínicas ni ser publicados en los medios como información establecida”.

MedRxiv ya está aquí, y también el coronavirus. Con todos los miedos y las urgencias. 

En tiempos de pandemia

En las epidemias anteriores por los virus del Zika y el ébola, los preprints aumentaron la velocidad con que se compartía la información, pero todavía no de forma definitiva. Aunque la mayoría de ellos aparecieron más de cien días antes de que una revista los publicase, en total menos del 5% de los trabajos se enviaron antes de forma preliminar.

Ahora, la presencia del coronavirus y de medRxiv han dado un salto sustancial a los preprints. Para Ismael Ràfols, investigador de la Universidad de Leiden y experto en el uso de indicadores para la evaluación de ciencia, “es muy positivo el desarrollo de publicaciones preprint que faciliten la comunicación. Ante una crisis, este sistema es excelente para difundir rápidamente la información y los avances”, declara a SINC.

Junto con todas las ventajas, también se han destapado los riesgos. A finales de enero, un preprint publicado en bioRxiv alertó de que el coronavirus escondía unas “misteriosas” secuencias similares a las del virus del sida, y los propios autores sugerían que el virus podría haber sido diseñado por los humanos.

La tormenta conspirativa estalló (…)

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