Por qué la nueva música puede parecer y no ser la canción del verano

¿Es la música popular cada vez más simple? Dos investigadores analizan la complejidad en las melodías de las cinco canciones de mayor éxito cada año en Estados Unidos desde 1950.

Este artículo es una colaboración con Tercer Milenio, suplemento del Heraldo de Aragón, donde fue publicado originalmente. 

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Los caminos que dictaminan la canción del verano son casi inescrutables, pero sus características suelen repetirse y no se desvían mucho de una melodía sencilla y repetitiva alojada en una armonía y un ritmo no demasiado complicados. Ahora junte esto con lo que dice un estudio reciente: que, desde 1950, la melodía en la música popular ha ido perdiendo complejidad; que desde entonces se han sucedido tres grandes etapas con dos grandes bajones, uno alrededor de 1975 y otro sobre el año 2000.

El resumen corto, fácil y tramposo de este texto sería la conclusión lógica del primer párrafo: que todo tiempo pasado fue mejor. Que no se sabe qué encumbra al tiburón, la barbacoa o a la potra salvaje, pero que las canciones en invierno son cada vez más ratoneras y que cada vez se distinguen peor de la del verano.

Si no fuera algo tramposo, este texto no seguiría. Pero lo hace.

El estudio en cuestión

Usando herramientas estadísticas y datos extraídos de las listas Billboard, dos investigadores analizaron la complejidad en las melodías de las 5 canciones de mayor éxito cada año en Estados Unidos desde 1950. Hay varias formas de medir esa “complejidad percibida”, pero en general se relacionan con el número y diversidad de tonos y duraciones que componen una melodía.

Sus conclusiones son estas: hay tres grandes periodos de complejidad decreciente en ritmo y tono. Uno desde 1950 hasta 1975, otro desde entonces hasta el año 2000 y un tercero hasta la actualidad. Númericamente, en el primer periodo las canciones tienen un intervalo de tono medio de unos 2,3 semitonos (con dos tercios de los tonos dentro de un intervalo de aproximadamente 7 semitonos). En el último, el intervalo se reduce a 2 semitonos (y dos tercios de los tonos están en un intervalo de apenas 5,5 semitonos). Históricamente, el segundo periodo se asocia al auge de la música disco, new wave y el rock melódico. El tercero, con la popularización del hip-hop.

Ahora, los matices.

Complejidad y nostalgia

El primer matiz tiene que ver con una de las limitaciones del estudio: incluir cinco canciones de cada año de una lista concreta —por globalizada que sea— puede ser una aproximación válida, pero dista mucho de ser exhaustiva.

El segundo es que no conviene asociar directamente complejidad con calidad. Sea lo que esta última sea, los propios autores alertan de que “el estudio es incapaz de asignar juicios de valor a la música que analiza. Atribuir estos resultados a que la música más reciente es «mala» o a que sus oyentes tienen «mal gusto» sería ir más allá de las pruebas científicas y entrar en el terreno de la opinión subjetiva”.

El tercero tiene que ver con el propio concepto de complejidad. Que las melodías tiendan a ser más simples no significa necesariamente que la música lo sea también. Una teoría de evolución musical plantea que, por un tema de ´presión comunicativa´, los distintos elementos musicales no pueden complicarse todos al mismo tiempo. Por eso, “una posible explicación a la disminución de la complejidad de las melodías en la música popular es que es una respuesta a la creciente complejidad en otras dimensiones musicales”.

Otras dimensiones son, por ejemplo, el timbre y la armonía. El primero es el tipo de sonido, lo que nos permite saber qué es lo que está sonando. La definición de la segunda no es sencilla, pero viene a ser el “paisaje” en el que se aloja la melodía, los acordes en los que se mueve. Siguiendo una metáfora espacial, la armonía sería el aspecto vertical de la música; la melodía, el horizontal.

Justamente, otro estudio de 2015 analizó la evolución de la complejidad en el timbre y la armonía en la música popular usando las mismas listas Billboard desde 1960. En ninguno de los dos casos había disminuido. En concreto, su nivel más bajo fue en 1980, pero el pico más alto llegó en el año 2000. De hecho, una teoría propone que es la variedad en los timbres la que está compensando la simplificación melódica. Que las herramientas digitales en la producción, las librerías de ´samples´ y ´loops´ han llevado el objetivo de la composición a crear timbres interesantes, más que a centrarse en melodías interesantes.

Otra dimensión podría ser también la de la densidad musical, el número de notas que se inician por segundo en una melodía. Aunque el intervalo de tonos se ha ido reduciendo desde 1950, lo contrario ha sucedido con la densidad. Si en la primera etapa había 1,8 notas por segundo de media, en la última subió hasta 2,8 probablemente por la popularización del rap y del hip-hop—. Para los autores, esta categoría es otra clara candidata a ser quien compense la simplificación melódica: si la densidad es muy alta, la melodía debe hacerse más sencilla para poder ser cantada y para no ´abrumar´ al oyente.

Otro aspecto a considerar llegaría desde lo sociológico, aunque las posibles explicaciones incluidas por los autores en su estudio aceptarían la realidad de una simplificación. Una vendría desde el paralelismo entre música y lenguaje: la música moderna sería el reflejo de un mundo digital de titulares y mensajes cortos. Otra, complementaria, sería la sostenida por el crítico y filósofo Mark Fisher: la rapidez del mundo actual no permite crear o disfrutar un tipo de arte verdaderamente nuevo o complejo. Pero los autores del estudio también reconocen: “estas hipótesis aún no han sido comprobadas científicamente”.

O sea, que es un poco ´difficult´ todo esto.

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Porque además, por encima o por debajo de toda interpretación, late la amenaza y la trampa de la nostalgia. Y, si la quiere ver en datos, aquí tiene estos del Washington Post: según una encuesta de este mismo año, lo más probable es que las mejores películas, la mejor televisión, la mejor música, todo lo mejor le parezca que sucedió exactamente, y tenga la edad que tenga, cuando usted era adolescente.

O quizá es que —desde el invierno de nuestro descontento— lo que pensamos sobre la música no se aleje mucho de lo que pensamos sobre el verano de nuestras vidas.

 

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