“Aún no tenemos palabras para describir la visión de la Tierra desde el espacio”

El italiano Luca Parmitano fue el astronauta más joven en vivir seis meses a bordo de la Estación Espacial Internacional, un viaje que le ha marcado de por vida y que espera poder repetir. El cosmonauta ha contado en Barcelona cómo es el sueño de volar al espacio, una experiencia que, por ahora, solo está al alcance de unos pocos afortunados.

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Esta es una colaboración de Marta Palomo con la Agencia Sinc.

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Luca Parmitano le tiene un cariño especial a Barcelona. Tras disfrutar de la diada de Sant Jordi del año 2009 paseando por las Ramblas, este piloto de pruebas de origen italiano (Paterno, 1976) voló a París para entrevistarse con el director general de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés). Con esta charla culminaba un arduo proceso de selección y Parmitano entraba a formar parte del cuerpo de astronautas de la ESA.

El 28 de mayo 2013, el astronauta despegaba a bordo de la lanzadera soviética Soyuz hacia la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), donde iba a pasar los siguientes 167 días en el marco de la misión Volare. Comandante de las Fuerzas Armadas de Italia, con más de 2.000 horas de vuelo a sus espaldas y tras haber pilotado una cuarentena de aviones diferentes, a Parmitano le apodaron ‘el novato’, ya que con 36 años fue el astronauta más joven en un viaje de larga duración en la ISS.

El cosmonauta ha visitado el museo de la ciencia CosmoCaixa, en Barcelona, y ha contado su experiencia en el espacio a un auditorio abarrotado de adultos y niños.

¿Qué les contesta a los jóvenes que le preguntan qué deben hacer para convertirse en astronautas?

Ahora mismo estamos seleccionando un perfil muy técnico: buscamos ingenieros y pilotos, por ejemplo. Pero de aquí a 20, 30 o 50 años no sabemos qué tipo de gente necesitaremos. A lo mejor ya habremos llegado a Marte y estaremos construyendo una sociedad allí, por lo que necesitaremos astronautas que sean poetas, pintores, artistas, y periodistas, entre otros. ¡Quién sabe! No hay un camino estándar para llegar a ser astronauta, ni debe haberlo, por lo que lo más importante es dar lo mejor de uno mismo, sea la que sea la profesión que se escoja.

Entonces, al margen de la formación, ¿se necesita alguna capacidad específica para poder viajar al espacio?

En realidad, los astronautas somos gente muy normal. No debemos ser excelentes llevando a cabo una tarea en concreto, sino muy buenos haciendo muchas cosas diferentes. Existe una buena comparación deportiva: por un lado tenemos a Usain Bolt, a quien nadie puede batir en los 100 o 200 metros lisos, y por otro lado, a atletas de decatlon, que aunque no corren tan rápido sí son capaces de saltar con pértiga, lanzar pesos, saltar vallas… Los astronautas que se buscan hoy en día tienen un perfil como el de estos decatletas.

Para llegar a la ISS partió desde el cosmódromo de Baikonur (Kazajistán), el mismo lugar desde donde lo hizo el soviético Yuri Gagarin, hace más de 50 años. ¿Qué se siente durante un despegue?

Ese día volaron dos Lucas al espacio. Uno era un niño de cinco años que estaba alucinado de que algo tan increíble y que había soñado tantas veces al fin estuviera sucediendo, y el otro era el Luca profesional que solo hacía cálculos y ejecutaba las tareas que debían llevarse a cabo. El despegue es un momento muy intenso que se ha simulado tantas veces antes que casi esperas que algo vaya mal. Durante esos instantes debes estar muy concentrado comprobando continuamente que todo funcione a la perfección porque si algo va mal tienes que reaccionar muy rápido para salvar tu vida, la misión o la nave. Del silencio más absoluto se pasa a un ruido brutal y la nave empieza a subir y subir… Sientes una aceleración que te aplasta el pecho y en menos de nueve minutos ya estás en órbita y pensando en el siguiente paso.

¿Tienen algún momento para relajarse antes de que se desencadene toda esta tensión?

Los astronautas suben a la nave unas dos horas antes del despegue para comprobar todos los sistemas. Cuando ya está todo listo, unos 15 minutos antes de que empiece la acción, la tradición es que escuchen algo de música que han seleccionado previamente. De todas las canciones que sonaron, solo recuerdo la primera porque no me la esperaba en absoluto. Miré a mi compañera Karen Nyberg, que estaba a mi lado, ya que sabía que ese tema lo había seleccionado ella y nos partimos de risa. Billie Jean, de Michael Jackson, nunca volverá a ser la misma canción para mi [risas]. 

Seguir leyendo el resto de la entrevista en la Agencia Sinc.

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