‘Cucharéame otra vez’
Lingüistas y pedagogos apuestan por un aprendizaje incidental: defienden que el uso de una nueva lengua no puede detenerse cuando llegas a casa. Debe ser una actividad más en la vida diaria.



Investigadora postdoctoral y periodista científica
A día de hoy, que el inglés es el idioma extranjero más hablado del estado español queda lejos de ser un chiste gracioso. Y menos aún cuando esta carencia es otro peso en la espalda de tantos profesionales que salen por patas del país.
Creo que hablo por todos, o por muchos, cuando confieso que mantengo una relación de amor/odio con el inglés. Quisiera invertir mi tiempo en aprender otros idiomas. Dedicar mis neuronas a descubrir nuevas palabras y sonoridades: ruso, karadiano, toki pona, bereber, lapao… cualquier cosa menos inglés. Estoy hasta las narices del idioma de Shakespeare.
Pero ¿cómo voy a desperdiciar mi tiempo, el poco que tengo para actividades ‘extraescolares’, cuando tras tanto tiempo todavía no controlo la lengua franca de nuestros días tanto como quisiera? ¿Por qué cuesta tanto aprender un idioma?
Los resultados del Estudio Europeo de Competencia Lingüística, elaborado por la Unión Europea hace un par de años, demostraban que los niños suecos, los primeros en el ranking de inglés, tenían ventaja en la comprensión y expresión oral de este idioma gracias a ver tele, cine y videojuegos en versión original. Además, el estudio también le sacaba los colores al sistema educativo español demostrando que los alumnos comienzan antes a aprender inglés e invierten más horas en sus deberes que los suecos y ni así llegan al nivel de los nórdicos.
Lingüistas y pedagogos responden con sentido común y apuestan por un aprendizaje incidental: defienden que el uso de una nueva lengua no puede detenerse cuando llegas a casa. Debe ser una actividad más en la vida diaria. La inmersión ha de ser total. Y en el nuevo mundo 2.0 no hace falta irse a Londres, donde la fauna española ya debe ser más abundante que la autóctona, hay métodos más sencillos y baratos y, si no igual, bastante efectivos.
Al margen de cambiar el sistema, otra carrera de fondo, los expertos instan a que le demos al botón del mando a distancia y que veamos las series en inglés. Animan también a no fiarse de aquello de ‘quien tuvo retuvo’, porque las palabras se olvidan si no se usan. Que el bilingüismo significa una ventaja es algo ya fuera de discusión.
Así que mientras no se invente algo para aprender inglés a lo Matrix, quizás vale la pena prestar atención a las cosas buenas que tiene. Por ejemplo, su manera fresca e intuitiva de crear nuevas palabras juntando dos existentes: knowhow, crowdfunding, ringtone, networking... Aquí en cambio, a la hora de innovar nos va más la adopción, con más o menos fortuna, de palabras, por lo que ya podemos utilizar con tranquilidad bluyín y güisqui. Ahora, puestos a normalizar también se podría apostar por términos más originales como cuando Herman Dune se atormenta pensando que su chica encontrará “a new boy to spoon”.
Además de hablar espanglish también podríamos cucharear.
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Artículo publicado previamente en el diario digital 50×7.com
